Miguel Ontivero

Cuando hace unos años atravesé por primera vez la mítica puerta verde, no me imaginaba ni por asomo, que algo que me gustaba, pero que conocía superficialmente, se iba a transformar en una pasión. Ahora tengo la certeza que esta forma de comunicar lo que me pasa, me es imprescindible y vital. Todo esto, que no es poco, se lo debo al Taller de fotografía, ámbito mágico donde encontré profesionales de primera, generosos y comprometidos con la docencia, que estimulan la búsqueda permanente, la creatividad y el espíritu crítico. Pero hay algo mucho más importante que lo antedicho, en este espacio pude conocer gente que me ha enriquecido como persona, con la que además de compartir una foterïa, he podido trabar amistad, hacer un brindis o comer una entraña. Mi eterno agradecimiento a Julián Rodríguez, a Noelia Monopoli, mis profes, y a todos los compañeros que conocí en estos años.

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